Bibliotecaria
¿Cómo puedo llegar al pastel?
Esto piensa el oso que ya aparece en la cubierta del cuento y en la primera página. Ve una casa, con una ventana abierta en el primer piso, donde descansa (¿o se enfría?) un pastel con una pinta golosísima.
Es un animal grande pero solo es incapaz de llegar al dulce objetivo así que mientras piensa cómo hacerlo, llega un compañero. Cree que el cerdito subido a sus espaldas, le ayudará a llegar al postre, al no poder, mientras esperan, llega otro compañero y así sucesivamente. Cuando finalmente están logrando la altura necesaria, llega un compañero muy inesperado: un niño, pero dentro de la casa, que se lleva el pastel y además cierra la ventana por el asombro de nuestros animalitos amontonados como en un castillo humano. En este punto los animales se llevan dos golpes (el físico ya que se caen todos unos encima de otros) y también el de ver alejarse su objetivo. ¡Pero todavía queda una página y una onomatopeya final!
Un libro vertical
Tenemos entre las manos un libro manejable, de cartoné, que permite girar sus páginas fácilmente y con seguridad. Es un libro vertical (más alto que ancho).
La estructura ilustrativa del cuento es idéntica en cada doble página. En la página izquierda encontramos el texto con signos exclamativos y negritas que invitan al lector a narrar la historia con cierta entonación.
En la página derecha se encuentra la casa que en el primer piso tiene la ventana abierta con este tentador pastel que titula el cuento.
Los colores predominantes son el azul cielo y el rojo del tejado y la puerta de la casa. También destaca el blanco de la fachada de la casa, como un elemento vertical donde desviar la mirada y la atención en cada giro de página.
Al ser un cuento infantil acumulativo va repitiendo una situación y va añadiendo algún elemento a medida que avanza la historia. Estos cuentos acumulativos tienen su origen en la tradición oral. Los protagonistas son animales y se van sumando a la situación que plantea el cuento. Su estructura repetitiva es muy útil en las etapas de infantil.
El ritmo que se genera, la repetición de la secuencia narrativa, la curiosidad para saber qué nuevo animal se sumará al equipo y el reto de recordarlo, anima al juego y a la participación de los pequeños lectores. Al mismo tiempo que desarrolla la memoria, el vocabulario, la comprensión y la expresión oral.
El lector está en vilo y mantiene la expectativa de qué pasará con este pastel que está tan arriba.
El trabajo en equipo como principal valor
A nivel de valores se transmite la importancia del trabajo en equipo, la amistad, la paciencia y el valor de la espera.
Se recomienda para primeros lectores, de 0 a 3 años, ya que tiene poco texto y al ser acumulativo, el lector tiene que ir recordando el animal anterior al de la página actual.
La autora también usa el recurso de las onomatopeyas para acompañar el salto que cada animal da a la espalda del compañero para llegar más arriba.
En cada relectura se pueden observar detalles como el pájaro que acompaña cada doble página y la cereza que corona el pastel.
La autora que en otros títulos sólo realiza la labor de ilustradora, en este caso también se ocupa del texto.
La edición original alemana, de 2014, no tiene ni 10 años de historia y ya se considera un clásico de la literatura infantil y juvenil. A pesar de ser un libro muy aclamado no podemos evitar recordar a otro clásico de los acumulativos infantiles, anterior al que nos ocupa: ¿A qué sabe la luna? de Michael Grejniec.
Lo que más nos ha gustado
Las onomatopeyas que acompañan cada salto. Resultan un divertimento para pequeños y mayores.
Conclusión
Recomendamos la lectura de este clásico de Susane Bresser y aconsejamos permitir a nuestros pequeños lectores que recuerden (o inventen) un nuevo ruido que acompañe el salto de cada nuevo coprotagonista de la historia.
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